La mala alimentación es un problema generalizado en la dieta de muchas personas en la contemporaneidad: comida chatarra, procesada, con exceso de azúcares, etc. Una problema que se hace más grave cuando se le suma un estilo de vida sedentario, propio de tantos trabajos a día de hoy.

Hay, sin embargo, una pregunta interesante que responder: ¿por qué nuestra predisposición por alimentos que nos engordan y que tan malos son para nuestra salud? Bien, la respuesta podría tenerla un estudio realizado por la Universidad de Yale, recuperado por la BBC.

Dana Small, líder de la investigación, se propuso registrar junto con su equipo las respuestas cerebrales que producían diferentes categorías de alimentos en un grupo de voluntarios. Las fotografías fueron separadas en tres categorías: productos con altos niveles de carbohidratos, con altos niveles de grasa, y con ambos.

Después de presentarlas a los individuos, concluyeron que los alimentos que mezclan ambos rasgos —es decir, alto contenido en carbohidratos y grasas— resultan más atractivos para el sistema nervioso. En su presencia, el cuerpo estriado del cerebro registró gran actividad. Se trata de una región involucrada en la producción de dopamina, neurotransmisor del placer.

El ejemplo perfecto de este tipo de alimentos son las donas. El sistema de recompensas podría recibir gran estimulación por la presunta activación de dos sistemas distintos —esta es una hipótesis de la investigación— para evaluar la comida, ya sean productos grasos o con carbohidratos.

Son las dietas contemporáneas las que pueden producir estas mezclas en sus productos. En tiempos remotos, con dietas animales y vegetales, estas combinaciones eran poco comunes. La sobrecarga de dopamina en el cerebro podría ser responsable de nuestra preferencia por ellos.

La alternativa ideal, sin embargo, no es volcarse al otro extremo y hacer una dieta perpetua. Lluís Serra, profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad de Las Palmas, ha compartido con el diario El Mundo que el objetivo es lograr un equilibrio entre placer y salud a la hora de la comida.

La gastronomía, dice, tiene componentes culturales, asociativos y lúdicos. Es imposible separarse de la historia de la comida. Este periodo histórico ha dado con esta variedad compleja de alimentos. Lo mejor es hacer un sano equilibrio entre sus posibilidades, y, eso sí, alejarse en lo posible —sin volverse prohibitivo— de dulces, alimentos procesados, bollería industrial, refrescos azucarados, mantequilla y algunos otros perjudiciales para la salud.

Foto de portada: Anastasiia Chepinska en Unsplash