

¿Qué le pasa al cerebro con el estrés?
Por: Daniel Amorena
6 Sep, 2023
El estrés resultó en tiempos de la prehistoria un importante desarrollo biológico: una respuesta corporal que tensaba al organismo y le alertaba de algún peligro, preparándolo para la huida o la confrontación.
Sin embargo, los tiempos en los que la supervivencia inmediata estaba amenazada por el entorno natural hace mucho han pasado. Las comunidades civilizadas ahora viven otra naturaleza del estrés: el social.
Son los trabajos exigentes, los ideales de éxito, los compromisos con las empresas, los proyectos propios, los entornos urbanos y otros los responsables de disparar estas sensaciones de riesgo, amenaza y acoso.
Es así que la ansiedad y el estrés conquistan parte de nuestros días. Pero lo cierto es que éstos, en realidad, responden a fenómenos diferentes. Aunque los dos son reacciones fisiológicas a situaciones de tensión, el estrés tiende a ser puntual y a disolverse en el acto. Mientras que la ansiedad responde a un estado continuo y vago de malestar.
El estrés puede surgir por ir tarde al trabajo, por sentir la presión de un proceso legal, por cambiarse de apartamento. Pero cuando estas amenazas concretas se resuelven, el estrés tiende a disolverse. Tiene un principio y un fin.
No es así con la ansiedad. Para estos estados no hay un acto resolutor en concreto, las estrategias de relajación y distracción pueden no ser eficaces. Representa un estado de alerta y malestar que se prolonga por el tiempo sin un final claro, y sin objetos identificables a los que reprochar. De ahí su percepción de vago sufrimiento. Al contrario del estrés, la ansiedad suele requerir de la intervención de un profesional de la salud mental.
¿Y cómo es que estas reacciones fisiológicas afectan nuestro cerebro? Bueno, éstas son responsables de liberar una hormona llamada cortisol, responsable del malestar anímico. Cuando un sano equilibrio se rompe y el cortisol inunda el sistema nervioso, el sistema inmune y la neuroplasticidad —la capacidad del cerebro de adaptarse y cambiar con nuevas experiencias— se ven amenazados.
Además de generar problemas inmunológicos, digestivos y hasta cardiacos, la vivencia del estrés y la ansiedad prolongados pueden llevar a diagnosticar trastornos mentales asociados a la ansiedad, la depresión y hasta el estrés post traumático. Por ello se recomienda que cuando no puede hacerse ya una vida normal y hay un sufrimiento manifiesto en las personas, lo mejor es acudir con los profesionales de la salud mental.
Se trata de dos fenómenos corporales que fueron importantes para el desarrollo evolutivo humano, pero que ahora aquejan a buena proporción de la población mundial. Se espera que las pandemias del futuro estén vinculadas, en buena medida, a los trastornos mentales.
Foto de portada: Lacie Slezak en Unsplash
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